Hace algún tiempo, dos meses, os contábamos que un vecino de Villorejo iba a ser beatificado. Mañana 13 de octubre es el día señalado y me ha parecido oportuno poneros una pequeña reseña que me pasó Luis Carlos Rodrigo; creo que pertenece a los hermanos maristas, de los que Jerónimo Alonso era miembro y hermano. Es algo curiosa la manera de relatar su corta existencia, pero creo que es un documento interesante y dado lo poco o nada que de él sabemos, sirve para abrir boca.
A continuación pongo el texto de dicha reseña biográfica, y para el que lo desee, pinchando en el vínculo del final lo puede descargar y leer en pdf. Buen fin de semana y un saludo ´fresco` desde Burgos.
H. Javier Benito
(Jerónimo Alonso Fernández), 1912-1936
El H. Javier Benito nació en Villorejo (Burgos) el 1 de octubre de 1912. Sus padres se llamaban Jerónimo y María. En el Camino de Santiago, bajo la influencia de Sasamón, y en el radio de acción de la capital burgalesa, de la que sólo dista cuatro leguas. Entre dos pequeñas eminencias del terreno, comienza la descripción Madoz, se alza el municipio de Villorejo: Clima frío, pero sano, y expuesto a los vientos.
Con escuela primaria, bien dotada, que frecuentó Jerónimo, junto a sus hermanos. Iglesia parroquial dedicada a la Asunción de María. La población está circundada de olmos. Dos ermitas dedicadas a San Esteban y San Martín congregan a los habitantes de los municipios limítrofes. Fertiliza sus terrenos el Hormazuelas, que ha dejado en sus veguecillas los aluviales buenos para el labrantío de cereales y legumbres.
En estos valles y cerros hizo sus primeros pasos Jerónimo Alonso, nacido en una familia reciamente cristiana. Hacia 1900, dá unos cincuenta vecinos y ciento ochenta habitantes.
Dos hermanos maristas más habían precedido los pasos de Jerónimo y en esto mostró su padre su calidad de disposición cristiana, para la aceptación de los designios de Dios sobre la vida de cuatro de sus hijos.
Partió Jerónimo para el Juniorado de Arceniega, en Álava, y pronto destacó por su ardor y buenos deseos de prepararse a ser hermano marista completo.
Perfil de una espiritualidad
Guía y apoyo de vacilantes
Jerónimo se hizo querer rápidamente por sus compañeros de Juniorado y se hizo merecedor de la confianza de sus Superiores. No sólo aprovechaba en los estudios y brillaba en buenos resultados en los primeros puestos de clasificación semana tras semana, sino que era el indicado para ser el cui-dador del recién llegado que necesita orientación.
Para Jerónimo estos hechos no son insignificantes. Exigen de él un comportamiento especialmente responsable y equilibradamente limpio, en el juego de relación afectiva que se libera con los compañeros y con los Superiores. A Jerónimo ni lo desborda ni le hace perder la relación amistosa y de igualdad con los otros juniores.
En la dura labor del aprendizaje de educador
Para constituirse en educador y maestro el H. Javier Benito, nuevo nombre desde el día del nuevo hábito, tuvo que recorrer duras etapas de aprendizaje. Fue en Lleida, primero, donde estuvo como de pasante, al estilo antiguo, sin labor fija, aprendiendo sólo, y ayudando mientras aprendía. Tal vez, también, observa un testigo, esperaban los Superiores que se robusteciera un poco su salud.
Madrid y Toledo, las otras dos citas en su andar apostólico, lo curten para constituirlo en educador a punto para todo trabajo. Las palabras textuales que se han conservado del compañero de comunidad son suficientemente vivas y precisas para no perder ninguna de ellas.
«Listo, amable y trabajador, poseía en sí un cúmulo de conocimientos de toda índole, nada despreciables. En cuestiones apologéticas, su espíritu ágil y certero lo hacía elemento difícil de ser vencido en la búsqueda y demostración de la verdad».
El radicalismo de la donación
Para el H. Javier Benito ni el éxito lo era todo ni el triunfo solucionaba y finiquitaba lo que él se había propuesto. ¡Qué es esto con la gloria que espera al religioso. Qué significa todo lo triunfal de este mundo comparado con la gloria futura! Estas palabras son las que hacían funcionar la vida del H. Javier Benito, prueba concreta también conservada:
Alguien se lamenta y se exclama por no poder asistir a un acto brillante… El H. Javier Benito mide con otro rasero y dice: No hay tal sujeción ni mortificación, es la diferencia de habernos hecho religiosos.
Tal como dice un testigo: «con amabilidad exquisita, Jerónimo sabía insinuarse en el espíritu de los novatos cuyas lágrimas furtivas, al abandonar y dejar la familia, sabía enjugar, haciendo de ángel consolador de los recién llegados».